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Carta abierta al Ministro de Política Territorial y Función Pública

Tiempo de lectura: 8 minutos

Volvemos a hablar de las oposiciones

En julio de 2018, como ahora, también surgieron noticias criticando las oposiciones como proceso selectivo para el acceso a la Función Pública. En aquel momento publicamos dos entradas comentando lo que en algunas de ellas se decía (aquí la primera y aquí la segunda).

Como es por todos sabido, en la actualidad el Ministerio de Política Territorial y Función Pública tiene entre sus planes reformar el modo por el cual se adquiere la condición de funcionario. Nada que decir, así expresado, en términos absolutamente abstractos, a la iniciativa.

No obstante, antes de hacer nada, podría resultar de interés intentar llevar a cabo algún tipo de análisis de la realidad. En términos generales se tiende a hablar de lo que debería ser la Administración y sus empleados. Sin embargo, poco se suele hablar de la gente que quiere trabajar ahí.

En nuestra opinión, cualquier medida que se pueda llevar a cabo, si no se tiene en consideración el otro lado de la moneda, podría dar lugar a consecuencias imprevistas (unintended consequences).

No podemos hablar en nombre de todos los aspirantes a funcionarios. Tampoco de aquellos que quieren ser Ingenieros Industriales del Estado. Pero quizá sí podemos trasladar ciertas ideas que puedan ayudar a enriquecer el debate.

Partamos de datos

En Twitter publicamos la siguiente encuesta.

Lo mismo lo hemos hecho en LinkedIn, con resultados similares, pero no idénticos. Han votado 26 personas. Un 85% oposita para cambiar de vida y el 15% restante para cambiar de trabajo.

Si asumimos que los que han votado en una encuesta no han votado en la otra, nos saldría que han votado 69 personas, un 74% quiere cambiar de vida y un 26% de trabajo.

Dado que LinkedIn parece ser una red social más “seria”, daremos un mayor peso a el resultado ahí obtenido, de modo que, en el ámbito de los ingenieros industriales, que es nuestro público principal, por cada persona que quiere ser funcionario para cambiar de trabajo, habrá otras 4 que quieren cambiar de vida.

Llegados a este punto, convendría aclarar o definir qué entendemos por cambiar de vida y cambiar de trabajo.

Cambiar de vida vs cambiar de trabajo

De manera intuitiva creemos que la diferencia es clara. Lo formalizaremos de una manera sencilla.

Si asumimos que la vida incluye aspectos laborales y no laborales, los que quieren cambiar de vida quieren cambiarlo todo. Los que quieren cambiar de trabajo, les vale con cambiar solo la parte del trabajo.

Los que quieren cambiar de trabajo seguramente vean a su familia el tiempo que consideran oportuno. Lo mismo les pasa con el deporte que hacen, el ocio del que disfrutan y cualquier otro aspecto de su vida. Todo, salvo su trabajo, les parece bien. En esa situación lo que quieren es trabajar en algo que les aporte más y ser funcionario les parece una buena opción, pero no debería ser la única.

Bajo esta categoría deberían estar los que les vale lo mismo ser funcionarios que ser cualquier cosa que se anuncie en los distintos buscadores de empleo y donde puedan encajar razonablemente. Si no se da esta situación, se estaría en la otra categoría.

Por contra, los que quieren cambiar de vida quieren cambiar más cosas que no solo el trabajo. Podría darse el caso, incluso, que creyeran que, cambiando de trabajo, siendo funcionario, van a conseguir el tipo de vida que desean.

Qué supone cambiar de vida

¿Qué podría estar buscando con un cambio de vida este último colectivo? Muchas cosas. A todos se nos ocurren. No obstante, pondremos algunas.

  • Pasar más tiempo con la familia.
  • Poderse plantear tener una o incrementar su número de miembros.
  • Saber que, si te has comprometido a hacer algo, que el trabajo, salvo contadísimas excepciones, no va a ser el motivo por el cual no puedas cumplir con ello.
  • Tener un nivel de estrés razonable.
  • Saber (o poder decidir tú) dónde vas a vivir el año que viene.
  • Poder tirar a la basura las tarjetas de fidelización de líneas aéreas, una vez que te hayas fundido todos los puntos, claro.

Una pregunta sobre la lista anterior. ¿Alguien ha echado en falta algo? Lo decimos porque claramente “falta algo”.

¿Había algo en esa lista ligado al trabajo que esa persona desea desempeñar? No, nada.

¿Por qué podría ser esto? Más que nada, porque si el trabajo cumple con los requisitos de la lista, a mucha gente le da igual cuál sea este.

Dicho de otro modo, mucha gente, aproximadamente un 80% de los que se plantean ser funcionarios, quieren cambiar de trabajo porque consideran que de este modo podrán hacer cosas que de otro modo les costaría mucho lograr. Y por ese motivo están dispuestos a pagar el precio que supone hacer una oposición.

Situación en la que solo oposita quien quiere cambiar de trabajo

Si un funcionario pierde todos sus “privilegios” nos quedaríamos con solo un 20% de la gente interesada en opositar. Aplicado esto al proceso en curso, en lugar de tener unos 240 opositores para 40 plazas tendríamos unos 50.

En este caso hay dos opciones, y todas son malas. Cogemos al mismo número que cogeríamos cuando se presentaban 240, lo cual nos llevaría a tirar el listón prácticamente al suelo, o cogemos solo a los que superan el nivel exigido, de modo que seguramente no cubramos ni 10 plazas.

Posibles conclusiones de lo anterior

En base a lo anterior, podemos sacar las siguientes conclusiones.

  1. Si no cambian las condiciones de trabajo, cosa que no parece estar en tela de juicio ahora mismo, ser funcionario seguirá siendo igual de deseable.
  2. Si la gente entiende que acceder a la Función Pública va a ser más sencillo, no queremos pensar en el tamaño de las listas de admitidos de cualquier oposición. La más corta tendrá más gente que un listín de una provincia pequeña.
  3. Si las condiciones aplicables a un funcionario tienden a igualarse con lo que sucede en la empresa privada, podría suceder que los interesados en formar parte de la Administración cayesen en picado. Menos oferta de opositores, menor competencia. Menor competencia, posible caída en la calidad de los nuevos funcionarios.

Otro tipo de consideraciones

Con todo lo que sigue no queremos decir que nos oponemos a que cambie el sistema de acceso a la Función Pública. Ahora bien, si la vida de los funcionarios no va a cambiar (su régimen jurídico y las condiciones para la movilidad), convendría tener en consideración lo siguiente.

Los funcionarios suelen jubilarse como funcionarios

Muchos funcionarios no se plantean dejar su plaza para ir a la empresa privada. Se suelen jubilar como funcionarios. De este modo, es más importante, en nuestra opinión, cómo se gestiona la gente una vez entra que no tanto los criterios que se emplean para que entren.

Validez temporal de las tendencias

Ahora mismo está de moda la robótica y la inteligencia artificial, por poner un par de ejemplos. Se quiere que los nuevos funcionarios sepan mucho de esto. Perfecto. Ahora bien, dentro de diez años las tendencias serán otras. ¿Seguirán valiendo las personas que fueron seleccionadas, fundamentalmente, porque sabían de robótica e inteligencia artificial?

Permeabilidad de la Función Pública

La Función Pública, salvo que alguien nos demuestre lo contrario, correlaciona fuertemente con la sociedad a la que sirve. Queremos decir con esto que, en nuestra opinión, es razonablemente permeable a las tendencias existentes. De este modo, acabará integrando la robótica y la inteligencia artificial, porque tanto su personal y ella misma está en la sociedad y evoluciona con ella. Y hará lo mismo con lo que surja dentro de 1, 5, 20 o 50 años.

Podrá haber un desfase, pero el hecho de que las tendencias cambien tan rápido hará que este desfase sea cada vez menor, con el posible efecto positivo de que se pueda ahorrar implantar cosas que al final se vea que no son válidas.

Si no valoras ciertas destrezas, no puedes saber si la gente que se incorpora las posee o no

Este punto está relacionado con los dos anteriores. Si quieres que a tu restaurante no entre gente con los calcetines blancos, pero solo te fijas en el color de sus ojos, no podrás decir nada sobre qué tipo de calcetines tiene la gente que ha entrado.

Afortunadamente, ya nadie lleva calcetines de ese color, salvo algún imitador de Michael Jackson, por lo que casi tienes la seguridad de que todas las personas, con independencia de su color de ojos, no los va a llevar.

Lo mismo aplica a las destrezas que se consideran necesarias para los funcionarios de hoy en día. Si en el proceso no se mide nada sobre ellas, lo único que puedes decir es que no sabes qué saben de ellas los que han entrado. De ahí a decir que no tienen ni idea media un pequeño abismo.

Lo más razonable sería pensar que, en término medio, los que han entrado saben, al menos, lo mismo que la media de la sociedad.

Inercia de la Administración

Por último, la Administración, para lo bueno y también para lo malo, tiene una inercia brutal. Alguien podrá creer que se obrará el milagro y esta trabajará de otro modo si modificamos los criterios para el acceso a la misma. Planteemos el siguiente sistema dinámico:

  • En 40 años reponemos a todos los funcionarios actualmente en activo.
  • El primer año entran seres de luz, pero que representan el 2,5% del total de efectivos. Estos seres de luz tienen una cierta capacidad para llevar por el buen camino al resto, seres oscuros. Los seres oscuros, sin malicia ninguna, seguirán con su pauta habitual. Y son muchos el primer año, un 97,5%. Pudiera suceder que en el camino apaguen la llama de algunos de los nuevos entrantes.
  • Llega el segundo año y con él un nuevo 2,5% de seres de luz que sustituirán a un 2,5% de seres oscuros y la dinámica de conversión, en ambos sentidos, continuará.
  • Supondremos que el primer ser de luz se jubila en el año 41.

Ante esta situación, nos podríamos plantear cuál es el resultado al final del décimo año, por poner un caso concreto. ¿Los seres de luz superarán el 25% de la plantilla, gracias a su proselitismo, o serán menos porque no han sido capaces de resistir la inercia de la Administración?

No tenemos una respuesta, pero quien considere que el funcionamiento de la Función Pública, cambiando solo el mecanismo de acceso, va a cambiar en el corto plazo, igual peca de un optimismo exagerado.

Conclusiones finales

¿La Función Pública requiere de una revisión? Seguramente sí, pero centrarse solo en el mecanismo de acceso quizá sea un planteamiento algo miope.

Cualquier cambio que se lleve a cabo deberá tener en cuenta que no es posible cambiar de la noche a la mañana su forma de operar. De este modo, volvemos a una situación donde lo relevante va a ser la gestión del mientras tanto, no tanto la definición del punto de llegada.

La Función Pública, actualmente, para algunas personas, representa un modelo de relación laboral valioso, por el cual merece la pena luchar. Si este cambia de forma radical iremos hacia un sitio diferente. No tiene por qué tiene que ser peor, pero sí será diferente.

Si da lo mismo trabajar como funcionario que como tornero fresador, por poner un ejemplo, la gente solo optará por lo primero si es atraída por el trabajo intrínseco que allí se realiza. Como ya se ha mencionado, esto podría suponer perder un 80% de la capacidad de atracción de la Función Pública, siendo el impacto en la bondad de los candidatos seleccionados mucho mayor. El hecho de que el número de los efectivos a contratar no se vea afectado por la reducción de interesados hace que el modelo sea claramente no lineal.

La última frase del párrafo anterior da a entender, implícitamente, que el listón se puede tirar al suelo para cubrir todas las plazas. Como se ha observado en los años pasados, esto no es cierto, pero pudiese suceder que, de manera inconsciente, algo sí se bajara.

Si lo que quiere la Administración es captar el talento, algo tendrá que ofrecer a cambio. Ahora mismo lo hace y por eso hay bofetadas para ser funcionario. Habría que valorar a qué queremos hacer y a dónde nos van a llevar los cambios. El efecto cobra existe y, en la medida de lo posible, habría que evitarlo.

Mención al cuerpo de Ingenieros Industriales del Estado

Llevamos más de 5 años preparando opositores al cuerpo de Ingenieros Industriales del Estado. Nos hemos encontrado con gente tremendamente valiosa, con una carrera laboral brillante, que la vida le ha llevado a opositar. Algunos de ellos ahora son funcionarios y a finales de año esperamos que muchos más aprueben.

La Función Pública tiene la oportunidad de contar con gente de gran valía gracias a las condiciones de contorno existentes en la actualidad. Sería una pena que la situación cambie y perdamos la oportunidad de poder contar con gente como ellos.

Contacto y comentarios

Como siempre, puedes ponerte en contacto con nosotros aquí para tratar el contenido de este post o cualquier otro relacionado con la oposición.

Del mismo modo, agradeceremos cualquier comentario que quieras poner a esta entrada o cualquier otra del blog.

1 Comment

  1. María Aurora dice:

    llevo más de 20 años como inspector en la AGE ,y no conozco a nadie que haya aprobado una oposición sin merecerlo.Luego no conozco a nadie en el alto funcionariado inepto en su trabajo.
    Las oposiciones son el sistema más claro, justo y transparente de entrada en las AAPP

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